viernes, 12 de agosto de 2011

SOBERBIA... ¿VIRTUD O DEFECTO?

El adjetivo "soberbia" tiene dos significados.
Según sea el adjetivado difieren los resultados.

Si un edificio es soberbio, de arquitectura imponente,
es en esta circunstancia un elogio evidente.

Si de mujeres se trata, una soberbia mujer
es la que todo varón apetece poseer.

Un magnífico corcel que nos llama la atención,
es un soberbio animal muy digno de admiración.

Pasemos al ser humano. El vocablo tan amable
se convierte de inmediato en palabra censurable.

Para la iglesia de Roma la doctrina religiosa
nos dice que la "soberbia" es palabra harto odiosa.

Pues según esa doctrina es pecado capital.
Y a los que pecan, soberbios, se los considera mal.

Desde otro punto de vista que no es el religioso,
a ese pecador también se lo considera odioso.

¿Qué es un hombre soberbio? O una mujer, por supuesto.
No sólo el envanecido por considerarse apuesto.

El ser soberbio padece de un deseo vehemente.
Ser de todos preferido por el común de la gente.

Sus supuestas cualidades enaltece por demás.
En despreciar a los otros a ninguno deja atrás.

Arrogante en grado sumo y sin que exista motivo
o la causa sea invisible, siempre se muestra altivo.

Suele hablar con voz pausada, con estilo rebuscado.
No es pecado hablar así salvo que sea estudiado.

El soberbio ostenta siempre su defectuoso bagaje.
Se delata pues no oculta hinchazón en su lenguaje.

Hay cultores destacados en el arte y en la ciencia
que padecen de soberbia. Hay que tenerles paciencia.

En los casos mencionados se justifica el defecto.
Porque hay algún valor la soberbia es el efecto.

Para el soberbio común la soberbia no es pecado.
Se transforma en virtud pues la lleva con agrado.

A la gente de su entorno el pecado le molesta.
Sobretodo en el caso en que la soberbia apesta.

Pero para el soberbioso es una gran bendición.
Pues la soberbia estimula en el pecador la acción.

Él se siente envidiado. Porque se cree superior.
Y vive feliz su vida creyéndose el mejor.

Al que padece este vicio la soberbia no le pesa.
Le impide tomar conciencia su delirio de grandeza.

Perdonemos al soberbio. No es menester castigarlo.
Para que no nos moleste bastará con ignorarlo.

Esto lo hará más feliz. Pues creerá que esa actitud
es producto de la envidia que provoca su virtud.

ALDO B VENTURA


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